En el corazón de Puebla, en San Pedro Tetitlán, una comunidad de mujeres indígenas mantiene viva una de las tradiciones más antiguas de México: la elaboración de tenates, cestos tejidos a mano con palma o tule que han acompañado al pueblo mexicano desde tiempos prehispánicos.
Aunque hoy el plástico domina el mercado, los tenates se niegan a desaparecer. Lejos de ser una reliquia, estos cestos multifuncionales siguen siendo una pieza clave en la vida cotidiana de comunidades rurales: almacenan tortillas, frutas, granos e incluso sirven para moldear queso, como en Hidalgo, donde se prepara el famoso queso tenate.
¿Qué es un tenate?
El tenate es una cesta alta y ovalada, prima del petate y del chiquihuite, con una estructura resistente gracias a su doble ligadura entrecruzada. Aunque a menudo se confunde con otras artesanías de palma, su forma y técnica lo hacen único. Se pueden decorar con tirillas de colores para formar patrones geométricos, y en ocasiones llevan mecates de ixtle o cintillas para cargarlos fácilmente.
Su nombre proviene del náhuatl tanatli, que significa “espuerta”, y su función ha evolucionado sin perder su esencia: de herramienta agrícola a ornamento tradicional en festividades como el Día de Muertos, donde se usan como floreros o contenedores sobre petates.
San Pedro Tetitlán, “la cuna de los tenates finos”
En San Pedro Tetitlán, municipio de San José Miahuatlán, Puebla, el tenate no solo es una artesanía: es una forma de vida. Aquí, niñas y mujeres tejen desde pequeñas, hablando náhuatl, usando huipiles coloridos y técnicas ancestrales que se transmiten de generación en generación.
En este pueblo, los tenates no se venden en grandes cadenas: se comercian en el pasillo artesanal del centro, o en municipios cercanos. También tienen su propio festival, donde decoran iglesias y calles con estas piezas únicas que, más allá de su utilidad, se han convertido en símbolos culturales de resistencia y belleza.
Un reto frente al plástico
La batalla no es sencilla. Los tenates enfrentan la competencia de los contenedores industriales, que aunque baratos, no tienen ni la calidad, ni la historia, ni la conciencia ambiental de estas piezas hechas a mano. Los tenates son biodegradables, duraderos y completamente sustentables. En un mundo que busca alternativas ecológicas, esta artesanía mexicana podría ser parte de la solución… si la apoyamos.
Tradición viva, identidad tejida
Más que simples canastas, los tenates son testimonio de un México profundo: el que sobrevive en náhuatl, en manos callosas que tejen con paciencia, y en mujeres que desafían la lógica del mercado con arte, dignidad y memoria.
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