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La Cámara abre sus puertas: diálogo, inversión y un rabino en San Lázaro

En un país donde la política suele levantar muros antes que puentes, la Cámara de Diputados se convirtió —al menos por un día— en un recinto abierto al mundo. La visita del Rabino David Yosef, una de las figuras más respetadas del mundo sefardí, no fue casual ni improvisada: vino a San Lázaro acompañado de empresarios mexicanos de origen judío, considerados entre los generadores más sólidos de empleo e inversión en sectores clave de la economía nacional.

La reunión, gestionada a petición del sector empresarial, tuvo como anfitrión al diputado Pedro Haces Barba, vicecoordinador de Operación Política de Morena, quien insistió en un mensaje tan simple como contundente: la Cámara es la casa del pueblo y a quien toque la puerta, se le atiende.

Desde esa premisa, la agenda puso el acento en un tema que raramente decepciona en el tablero legislativo: la economía. Se discutieron mecanismos para potenciar la inversión, acelerar la creación de empleos y fortalecer el ecosistema financiero que esta comunidad ha sostenido en México desde hace décadas. No fue una visita simbólica: fue una conversación con pesos pesados que apuestan su capital —y su confianza— en el país.

Pero más allá del flujo de capital, hubo algo igual de relevante: el refuerzo intercultural. La presencia del Rabino Yosef fue presentada como una oportunidad para incentivar el entendimiento entre comunidades de distintas confesiones en un México que, aunque diverso, todavía arrastra viejos fantasmas de incomprensión. La apuesta fue clara: respeto, convivencia y colaboración.

Los participantes calificaron el encuentro como una plataforma estratégica que podría derivar en alianzas académicas, sociales y, sobre todo, económicas. La intención es que este diálogo no se quede en la foto ni en el gesto, sino que evolucione hacia un canal institucional permanente entre la comunidad judía y el Poder Legislativo.

Como era de esperarse, el carácter privado de la reunión y el contexto internacional encendieron algunas inconformidades dentro del propio recinto parlamentario. Sin embargo, estas críticas quedaron —como dijo un legislador— “fuera de la nota principal”. La línea institucional fue firme: lo central es el diálogo que beneficia al país, no las diferencias internas.

Y Pedro Haces lo dejó aún más claro en entrevista con medios: su trabajo es escuchar a quien toque la puerta, sin distinción y sin prejuicios.

“Tenemos la obligación de atender a quien viene a tocar la puerta”, dijo. “Vino un grupo de empresarios con un rabino, y los atendí. Si mañana viene un obispo católico, lo recibo; si viene un protestante, también. Son empresarios mexicanos que pagan impuestos y que han hecho muchas inversiones en este país”.

Con esa respuesta, el legislador evitó el ruido político y regresó la conversación al punto de origen: México gana cuando se abre, cuando dialoga y cuando reconoce a quienes arriesgan su capital para generar trabajo.

En un tiempo donde cada gesto se interpreta como mensaje, la visita del Rabino Yosef deja un símbolo sutil pero poderoso: la política que escucha, la economía que invita y un Congreso que —al menos por hoy— recordó que su puerta no solo es símbolo republicano, sino también entrada al futuro.

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