Pulsa «Intro» para saltar al contenido

De la Ficción a la Realidad

Un acto de provocación y resistencia de Héctor “El Topo” Méndez


Con Tlatelolco TV /Nacho Arellano

*** Gráficas: Alejandro López

Ciudad de México, lunes 22 de septiembre — La noche del viernes 19 de septiembre, la Plaza de las Tres Culturas se vistió de réquiem. No de uno religioso, sino de uno cívico, colectivo, forjado en la memoria de los sismos de 1985. A cuarenta años del estruendo que partió en dos a esta Ciudad, Tlatelolco, el lugar que todo lo ha visto, volvía a ser el epicentro de un dolor que se ha transformado en solidaridad, organización y resistencia.

Familias enteras, con los ojos cerrados o mirando fijamente los edificios iluminados, se congregaron para un acto que, más que un recordatorio, fue un acto de resistencia. La cultura fue la herramienta: música, danza y arte para honrar a miles de vidas. Pero incluso en un momento tan solemne, la realidad se impuso.


La
Plaza de las Tres Culturas, cargada de historia y de septiembre, se llenó de un eco inesperado y potente: “¡Viva Palestina Libre! ¡Fuera la ocupación de Israel en Gaza!”. Un grito que resonó entre los edificios, vinculando una lucha con otra, la solidaridad local con la global, demostrando que la memoria colectiva no es un monolito, sino un río que conecta tragedias y resistencias a través del tiempo y el espacio.

El cinismo de la ficción política y la dignidad de los “Topos”


La ceremonia, sin embargo, no estuvo exenta de la politización que, tristemente, ha permeado la conmemoración. En el intento de institucionalizar la memoria, se busca a menudo silenciar a las voces incómodas, a aquellos que vivieron la tragedia en primera línea.

El “Topo Mayor”, Héctor “El Topo” Méndez, encarna esa voz del pueblo. Su historia y la de los topos es la historia de una sociedad que, ante el vacío de las autoridades, se levantó y se salvó a sí misma.


Cuando un documental o un acto oficial busca reescribir la historia, minimizando el papel del pueblo o, peor aún, intentando apropiarse del mérito, se convierte en una burla y un acto de provocación.


Como bien señaló el
“Chino”: “Lo único que realizaron fue subirse al carro, una propaganda política que es terrible”.

El silencio que habla

Ante la clara instrumentalización del evento, los Topos Azteca demostraron su dignidad. En un acto coherente de denuncia y resistencia, se retiraron del escenario. Cada uno, con una velita encendida, se dirigió hacia la Huella de Nuevo León, el lugar que representa la verdadera solidaridad. Un gesto de resistencia pacífica que, al mismo tiempo, fue una denuncia.


Mientras otros buscaban el reflector de un escenario para capitalizar el dolor, ellos honraron la memoria desde la base.


Fue un momento de gran emotividad.
Bajo el aplauso y el agradecimiento de todos los asistentes, los Topos se alejaron de la farsa política, demostrando que su legado no está en un discurso oficial, sino en el reconocimiento y el afecto de la gente. Están negando la realidad de que “solo el pueblo salvó al pueblo”.

La noche terminó con las primeras notas del Réquiem en Re menor de Mozart. El “Lacrimosa” lloró por cada vida, el “Dies Irae” evocó la furia de la tierra y el “Amén” final fue una colectiva y silenciosa promesa de no olvidar.


Pero no solo no olvidar a los que se fueron, sino también no olvidar que la fuerza de esta Ciudad reside en su gente y que
su historia no puede ser reescrita por la conveniencia de unos cuantos.

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *