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Los Demonios del Poder

Por: Carlos Lara Moreno

La sombra de la corrupción: el caso Bermúdez y el reto de Sheinbaum

La detención de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, marca un punto de inflexión para el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo.

Más allá del perfil criminal con el que se le vincula —señalado por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés—, su captura revive un tema que el oficialismo había intentado mantener a raya: los rezagos y las cuentas pendientes en materia de corrupción heredadas del sexenio de Andrés Manuel López Obrador.

En los Demonios del Poder, Bermúdez no es un personaje cualquiera. Fue funcionario de confianza en el gobierno estatal durante los años en que López Obrador consolidaba su ascendencia política en Tabasco, y su carrera estuvo ligada a la narrativa de la Cuarta Transformación que prometía limpiar las instituciones de la herencia priista y panista.

Hoy, sin embargo, su caída exhibe fisuras en ese discurso: la cercanía de algunos cuadros con prácticas ilícitas, la opacidad en torno a nombramientos y la falta de controles internos en áreas tan delicadas como la seguridad pública.

Para Sheinbaum, el caso tiene implicaciones inmediatas. Primero, la necesidad de deslindarse de cualquier percepción de encubrimiento.

La presidenta ha insistido en que se aclare “cómo fue que esta persona se fue descomponiendo”, pero en la arena política la oposición ya teje la narrativa de que lo ocurrido con Bermúdez es apenas un botón de muestra de una corrupción más amplia incubada durante el lopezobradorismo.

En segundo lugar, el proceso judicial será un examen de coherencia institucional. Si la Fiscalía General de la República logra sostener un caso sólido y transparente, el gobierno podrá exhibir que nadie está por encima de la ley, incluso si se trata de figuras con pasado cercano al obradorismo.

Pero si el proceso se empantana en tecnicismos, filtraciones o arreglos en lo oscurito, el golpe al prestigio de Sheinbaum será mayúsculo.

El tercer punto es político: la captura de Bermúdez ocurre en un momento en que la presidenta busca consolidar su agenda de seguridad y mostrar resultados en el combate a la criminalidad.

Una figura ligada a presunta corrupción y a vínculos con grupos delictivos le recuerda a la opinión pública que los fantasmas del pasado siguen acechando y que la promesa de una “transformación ética” aún tiene cuentas pendientes.

Al final, la pregunta de fondo es si el caso Bermúdez se quedará como un escándalo mediático pasajero o si abrirá la puerta para revisar con mayor rigor la red de complicidades que se construyó en torno al poder durante los últimos años.

Para Sheinbaum, la apuesta es clara: demostrar que su gobierno no es rehén de las sombras heredadas de López Obrador. La manera en que lo resuelva podría marcar la diferencia entre afianzar su legitimidad o cargar con un lastre que mine su autoridad desde los primeros meses de su sexenio.

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